sábado, octubre 19, 2002

Cuanto tiempo desde que escriví por última vez, muchas cosas han pasado y las más importantes ya hace tiempo. Primero una de capital, ya no tengo novia y eso siempre es un mal asunto. No lo digo des de un punto de vista pragmático que también sino más bien por el desasosiego que comporta siempre un ruptura, aunque, como la nuestra, haya sido acordada y digamos pacífica. Que no estaba enamorado lo sabe todo aquel que sigue la bitacora, es cierto y ya comenté un poco el porque y el como de mi tumultuosa vida afectiva. Cosa que no voy a entrar ahora, sólo referir que seguimos siendo amigos, que la relación no es como antes pero quiza vuelva a ser algo. Esto último soy conciente que puede inducir a cierto desconcierto que es, no lo dudeis, premeditado en su indefinición.
Abundando en lo absurdo, mención especial merece el día del reencuentro postreflexión obligada para esclarecer nuestras voluntades, era el día clave en que se tenian que aclarar las posiciones y una posición en común para la relación, ese día ella ya sospechaba mi estocada, criminalmente fué dicho lo que nadie quería oir, no obstante, fuera necesario y pertinente. Se dijo dentro de la más absoluta trivialidad de un momento en que el tren llegaba la estación, la reacción lacónica y ensimismada hubiese sido inmortalizada mejor por un ambiente lluvioso como el neorrealismo italiano, pero la vida es así de desconsiderada y trivializadora, lo que merece ser solemne lo banaliza hasta el punto de ser una pantomima no sólo el momento en cuestión, sino, incluso, la relación misma.