sábado, agosto 25, 2012

viernes, agosto 24, 2012

lunes, agosto 20, 2012

jueves, agosto 16, 2012

jueves, agosto 09, 2012

Difficult to read








Nightwood by Djuna Barnes
A Tale of A Tub by Jonathan Swift
The Phenomenology of the Spirit by G.F. Hegel
To The Lighthouse by Virginia Woolf
Clarissa, Or the History of a Young Lady by Samuel Richardson
Finnegans Wake by James Joyce
Being & Time by Martin Heidegger
The Faerie Queene by Edmund Spenser
Women & Men by Joseph McElroy
The Making of Americans by Gertrude Stein

De los cuales sólo he leído uno, y no... no es el de Heidegger. 





Todo mal

" Desde esta perspectiva se atacaba la concepción moderna de la obra de arte justo en
su mismo núcleo: su pretendida cualidad estética. Según esta concepción, las
obras de arte serían objetos de un «incalculable» valor de uso, su cualidad
estética, y alcanzarían en el mercado un precio que no tendría que ver con su
valor de cambio, sino que descansaría en la mitificación de su carácter de
pieza única y original y en aquella cualidad estética, que es su valor de uso,
y que consiste, paradójicamente, en su perfecta inutilidad.
"


FRANCISCA PÉREZ CARREÑO


Este fragmento desorientador sobre la equivocidad de sentido del arte conceptual nos permite incidir en aquellas identificaciones injustificadas o directamente antagónicas del propio discurso estético. Aceptaremos que el arte conceptual ataca a la concepción moderna de la obra de arte como punto de partida. Así, el arte conceptual se confronta directamente con la especificidad moderna del arte como "arte por el arte" o su autonomía estética. Lo anterior no es óbice en cualquier caso para asimilar la noción de " cualidad estética " con autonomía estética. Dicho de otra manera, lo que se pone en tela de juicio es la supuesta autonomía de la obra por su condición estética, no su condición estética itself.   

En este sentido, la obra de arte conceptual procura adueñarse de la cualidad estética que le da sentido ontológico deshaciéndose de su sentido autojustificativo formal o sublimado. Su verdadero sentido se halla en la recontextualización de su función cómo catalizador del discurso o reificación estética del mismo y lo anterior se descentra mal en una lógica utilitarista entre valor de cambio y valor de uso. En efecto, hablamos de una voluntad de valor de uso y una negación del valor de cambio, pero dicha voluntad no debe interpretarse en términos cuantitativos o de lo calculable. Lo crucial no se halla en lo calculable de su valor de cambio, puesto que en buena lógica utilitarista incluso lo que pretende vaciarse de valor de cambio adquiere por dicha singularidad un valor de cambio efectivo - acaso no se acuerdan de la revalorización comercial constante de lo underground, anticomercial y, por eso, mismo lo " eminentemente auténtico ". 

Y de nuevo, no es una cuestión de principios, puesto que no hay mayor descrédito a a una supuesta recontextualitzación de la función discursiva del arte conceptual si no se admite la paradoja anterior. Lo anterior deviene ya de alguna forma anticipado por el discurso nihilista que pretende cortocircuitar la paradoja anterior  en un vaciado extremo en el que incluso el valor de uso convertido en " perfecta inutilidad" devenga por lo antedicho: puro valor de cambio. De ahí la imposibilidad discursiva de este discurso estético en el que su objecto se autoanula en una afirmación subrepticia de la "estación final" que supone la concepción moderna del arte. 

Sin embargo, el descredito de dicha concepción es posible partiendo de la banalización de la condición mitificadora del carácter de " pieza única y original ", banalizando no sólo su condición de única - estallando su papel catalizador en discurso yuxtapuesto a lo catalizado, es decir, "discurso entre discurso" indistinguibles entre sí -; a la vez que original - reduplicando con ligeras variaciones su potencial en una auténtica política de plagio o en forma de vandalismo discursivo. En este carácter a-nominal y des-regulado se puede afirmar una nueva condición estética del arte conceptual que permite sortear la paradoja anterior, sin sacrificar su utilidad, mediante la negación de los influjos que la autonomizan en absolutismo como Modernidad Estética.